Hace unos días salió el Reporte Mundial de la Felicidad 2020. Este es el octavo año consecutivo en que la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace un análisis extenso de los niveles de felicidad global.
Esto me parece increíble, pues cada día tenemos más información científica a la que podemos recurrir para tener vidas más felices y plenas.
Hace 20 años, cuando comencé a rodar junto al estudio académico de la felicidad, un reporte como este parecía imposible. Hoy que leo esta octava edición confinada en mi casa debido a la pandemia del COVID-19 caigo en la cuenta de que hasta lo inimaginable puede pasar.
En el reporte de la ONU podemos ver la jerarquización de 153 países de acuerdo con su nivel promedio de felicidad. Estos resultados provienen de la encuesta de Gallup y muestran estabilidad o cambios de un año a otro, así como los factores que más contribuyen a la felicidad promedio en cada país.
La investigación es muy completa. Además de ver el “ranking” de los países según su felicidad, explica las razones detrás de los resultados y dedica un espacio importante para explorar a fondo alguna problemática en particular.
Este año, el Reporte se enfoca en el rol que juegan tres diferentes entornos en el bienestar: social, urbano y medio ambiente. Algo me dice que el próximo año estaremos leyendo un apartado especial sobre el Coronavirus y sus efectos en la felicidad.
El indicador para medir la felicidad o el grado de satisfacción con la vida es la Escalera de Cantril. Los participantes evalúan su vida en una escala del 0 al 10, donde 0 es la peor vida posible y 10 es la mejor vida posible.
Para explicar las diferencias en los niveles de felicidad de las naciones se utiliza un índice compuesto por seis elementos: Producto Interno Bruto (PIB), expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, generosidad y ausencia de corrupción.
Te comparto algunos de los resultados que me parecieron más interesantes del reporte para 2020.
Finlandia es el país con el nivel de felicidad más alto por tercer año consecutivo; mientras que Afganistán, el país con el nivel más bajo. En el continente americano, Canadá ocupa la posición número 11 y Estados Unidos la 18.
Los países en los primeros diez lugares son: Finlandia, Dinamarca, Suiza, Islandia, Noruega, Holanda, Suecia, Nueva Zelanda, Austria y Luxemburgo.
Todos estos países tienen valores altos en las seis variables que fomentan el bienestar a nivel país: ingreso, expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, confianza, generosidad y ausencia de corrupción.
Los países nórdicos se caracterizan por un círculo virtuoso en el que varios indicadores culturales e institucionales clave se alimentan entre sí: una democracia que funciona, servicios sociales generosos y efectivos, bajos niveles de criminalidad y corrupción, así como ciudadanos satisfechos que se consideran libres, tienen confianza entre ellos y en sus instituciones gubernamentales.
Los países en los 20 primeros lugares son los mismos que el año pasado; sin embargo, algunos cambiaron su posición dentro del grupo. Luxemburgo, por ejemplo, pasó del lugar 14 al 10 y por primera vez entró al grupo de los “Top Ten”. Suiza ganó tres posiciones pasando de la sexta posición a la tercera.
Los diez países con las caídas más grandes en el índice de felicidad han experimentado alguna combinación de estrés económico, político y social. Los 5 países que han registrado el mayor deterioro desde 2005-2008 son Venezuela, Afganistán, Lesoto, Zambia y la India.
De los latinoamericanos, Costa Rica es el mejor país con la posición número 15. El caso de Costa Rica es muy interesante, pues logran ser felices con un uso más eficiente y sustentable de sus recursos ambientales. Si te interesa este tema puedes consultar el Happy Planet Index.
México apareció este año en el lugar número 24. Perdimos una posición con respecto al año pasado. Este resultado es muy bueno si tomamos en cuenta que hay 153 países en la lista –estamos dentro del 16% más alto-. Por otro lado, no es tan bueno cuando observamos que la tendencia a lo largo de estos ocho años es decreciente. México parece estar moviéndose en dirección equivocada.
En promedio, los países latinoamericanos tienen niveles de felicidad superiores a los pronosticados por el modelo. En otras palabras, creamos más felicidad con los mismos recursos -le sacamos más jugo al mismo limón-. Esta diferencia se atribuye a una variedad de factores, incluyendo el rol que juegan la familia y la vida social.
Este año, el Reporte Mundial de la Felicidad analiza con detalle el efecto que tienen la calidad de las conexiones interpersonales y las instituciones sociales. Los individuos que confían más en las instituciones de sus países y tienen alguien con quien contar, tienen niveles de bienestar más altos pues tienen mejores recursos para hacerle frente a situaciones negativas como: mala salud, desempleo, bajo ingreso, discriminación, rupturas familiares y miedo en relación con la seguridad en las calles.
Un ambiente social confiable no sólo es un soporte directo para la calidad de vida individual, sino que reduce los costos de la adversidad en el bienestar. Una red sólida de apoyo y la ausencia de corrupción son factores especialmente importantes para aumentar la felicidad y reducir la desigualdad.
El Reporte de este año incluye un “ranking” de las ciudades más felices. Helsinki, en Finlandia, está en primer lugar. San José, Costa Rica, encabeza la lista de las ciudades latinoamericanas con la posición 11. La ciudad estadounidense con el nivel de felicidad más alto es Washington en el lugar 16; la Ciudad de México ocupa el 38.
Me emociona que el Reporte Mundial de la Felicidad vaya en su octava edición. Vamos acerándonos a una política pública que pone a la persona y a su bienestar en el centro. Estamos conceptualizando medidas de progreso que van mucho más allá del ingreso de un país y su capacidad de producción y conociendo los factores que disminuyen la felicidad.